viernes, marzo 28, 2008

Perspectiva Global

A veces los políticos y pensadores, inmiscuidos en los temas coyunturales, pierden la perspectiva y se olvidan fácilmente de la finalidad de toda su actividad. En este sentido, ¿cuál debería ser la primera prioridad de cualquier político sin perjuicio de su orientación, ideología o afiliación? No hay duda: erradicar la pobreza.

Desde la Presidencia de la República hasta el teniente político, pasando por los jueces y diputados –o asambleístas– deben fundamentar todas sus actividades en torno a solucionar este problema. Erradicando la pobreza se puede fundamentar una economía galopante, una educación con frutos en la investigación, una salud preventiva, entre muchas otras cosas. Esto es, sin lugar a titubeos, la prioridad más importante y la que debería primar por encima de todas. Tenemos varias maneras de conseguir esto, tal como se ha visto de países como India y China, entre otros que incrementan su clase media a pasos agigantados. En fin, tenemos que erradicar la pobreza a como dé lugar y situar al ser humano como fuente, origen y finalidad de la legislación y la actividad política. No debemos olvidar eso. Se deben articular soluciones locales a problemas locales, y desde esa base iniciar los pilares del progreso nacional. Esta debe ser la prioridad fundamental y cardinal de todos los ciudadanos.

Sin embargo, no se puede perder la perspectiva global de los problemas que aquejan a nuestra humanidad. Hacerlo en un mundo –para unos forzosamente– globalizado, sería una muestra de irresponsabilidad e irrespeto al resto de la población mundial y más que todo a la capacidad de prever consecuencias nefastas y previsibles.

En este aspecto, erradicar la pobreza extrema no será suficiente y tampoco lo serán las ‘intocables’ y ‘sacramentadas’ leyes del libre mercado –que aplicadas erróneamente la fomentan–. Debemos recordar que un progreso indiscriminado, descontrolado y de aumento masivo del consumo, tiene una sola consecuencia: la explotación indiscriminada de los recursos naturales y con ello la destrucción de nuestro medio ambiente.

Para esto las leyes del libre mercado no han sido suficientes. Han sabido –y se lo debe reconocer– en cierta medida aumentar el progreso económico y disminuir la pobreza. Lo que no han permitido es que aplicadas en su totalidad se logre una cultura de conciencia y de uso razonable de los recursos naturales que permita a todas las generaciones venideras disfrutar de los mismos beneficios y comodidades que nosotros. Y aquí rompemos el paradigma: para articular soluciones globales se debe encaminar y encauzar las leyes del libre mercado para corregir los abusos que estas permiten y crear los incentivos adecuados que permitan el desarrollo de mecanismos de producción y de generación de energía sustentables.

Si todos los hombres y países del mundo empezásemos a actuar como gigantescas máquinas de consumo, so pretexto de eliminar la pobreza, el planeta no aguantaría. Es que parece que la primera víctima del desarrollo es siempre el medio ambiente. En ese orden debemos no perder la perspectiva y dejar claro que la prioridad inmediata de todos es la erradicación de la pobreza y luego, concomitantemente, se deben tomar decisiones y adoptar proyectos que permitan crear métodos de desarrollo sustentable a largo plazo, para de esa manera dar a todos los habitantes de la tierra un futuro común de prosperidad y paz. Nuestra es la generación que puede erradicar la pobreza y eliminar el enigma entre progreso económico y respeto al medio ambiente.